UN CAMINO PARA LA
CAMPAÑA CHILE VOTA EN CONTRA
Este año en
Chile se conmemora 50 años de la mayor masacre sufrida por el pueblo de Chile,
miles de detenidos desaparecidos, ejecutados políticos, torturados, presos
políticos, exiliados y exonerados. Todos estos hechos acreditados por la
Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Comisión Rettig, la Comisión
Nacional sobre Prisión Política y Tortura, Comisión Valech, las leyes: sobre
exonerados políticos, retorno y reinserción de los exiliados políticos, además
de miles de demandas judiciales procesos penales instruidos por el Poder
Judicial chileno y tribunales de Argentina, España, Italia, Francia, Suiza, EEUU,
entre otros países.
El golpe
de Estado fue un crimen contra la paz, seguido de un genocidio nacional,
dirigido en contra de partidos y organizaciones populares, militancia de la
Unidad Popular, de la Izquierda, del pueblo que apoyo al gobierno del
presidente Salvador Allende.
Miles de
testimonios, informes, documentos y procesos criminales, dan cuenta de la
participación del gobierno norteamericano, y de la burguesía de ese país, en
las acciones para desestabilizar a la izquierda chilena. Los gobiernos Richard Nixon y Gerald
Ford, bajo la siniestra acción de Henry Kissinger, que, en alianza con
oligarquía chilena, liderados, por Agustín Edwards Eastman, Ricardo Claro
Valdés, el clan Larraín, el clan Matte, entre otros, y la oficialidad de la
FFAA y Carabineros, principalmente de la Armada de Chile.
Al mismo
tiempo, que ahora nos aprestamos a conmemorar 50 años del mayor genocidio
contra el pueblo de Chile, la derecha sediciosa, la que provocó esa tragedia
popular. La misma, que mediante el almirante Jorge José Montt causó el golpe de
Estado contra Balmaceda, en alianza con Agustín Edwards Ross, Eduardo y Claudio
Matte Pérez, que fueron sus ministros. La misma derecha facciosa de las matanzas
de la Escuela Santa María y la oficina salitrera La Coruña. La misma derecha
del golpismo parlamentario y legalizado por la llamada Ley de Defensa
Permanente de la Democracia (1948), llamada “Ley Maldita”, hoy se apresta a
retomar el poder total, ya tienen el poder económico, mediático y militar, les
falta el gobierno. Y para consolidar todo su avance tienen ahora entre sus
manos el proceso constituyente que les permitirá profundizar la actual
Constitución, retrotrayéndola a sus orígenes dictatoriales, de la constitución
de Jaime Guzmán Errázuriz, incluso descartando las reformas constitucionales
hechas en la llamada transición democrática, por Aylwin y Lagos.
El actual
proceso constitucional no es un proceso constituyente, es solo una reforma
constitucional mandatada por el Congreso Nacional a ciertos órganos creados ex
profeso para la ocasión: Comisión Experta, Consejo Constitucional y Comité
Técnico de Admisibilidad, y en algunas oportunidades la Corte Suprema, que
coartan la soberanía popular.
Es un
proceso constitucional que burla la decisión popular del 25 de octubre de 2020,
que señaló con claridad que no quería una comisión mixta que elaborara la nueva
Constitución, pues bien, lo que hoy tenemos es justamente eso, una comisión
mixta: la Comisión Experta y el Consejo Constitucional, que por mandato
constitucional están trabajando unidas, sobre un texto elaborado previamente
por personas que nadie eligió y todo a espalda de la participación popular.
Este
inaudito proceso constitucional quedó en manos del fascismo, de la
ultraderecha, digámoslo directamente, quedó en manos de los golpistas y
sediciosos.
El proceso constitucional en curso pretende
inaugurar una nueva era neoliberal de la mano de una derecha ultraconservadora
y reaccionaria. Se
pretende poner fin al ciclo que buscaba el reconocimiento de los derechos
económicos, sociales y culturales en Chile.
Cuando se
instaló el debate constitucional anterior, surgido el 18 de octubre de 2019, se
hizo con la convicción que respondían a las demandas de nuestro pueblo. Nos
empujaba el propósito de escribir un texto que dejara atrás los perfiles
principales del modelo neoliberal y nos permitiera como país avanzar hacia otra
forma de convivir y desarrollarnos. El debate tuvo como objetivó la superación
de un régimen de elites, y que surgiera un régimen democrático.
Abogábamos
por un orden justo, por una Nueva Constitución que debiera corregir la
asimetría de poder y capacidad de negociación entre los distintos miembros y
clases de la sociedad; donde el reconocimiento de los pueblos originarios como
naciones preexistentes al Estado de Chile y, como tales, poseedoras de derechos
colectivos, autodeterminación interna y autonomía territorial, pudiera dar paso
a un Estado que reconociera esa diversidad.
Reclamábamos
la necesidad de un nuevo régimen político que dejará atrás el presidencialismo autoritario
y centralista, y que impulsara una distribución del poder en la ciudadanía y a
descentralizar la toma de decisiones.
Apelábamos a recrear y refundar el Estado, pues afirmábamos con toda
certeza que la principal función del Estado es mejorar el nivel y calidad de
vida de la población conforme a los dictados de la justicia social, la dignidad
y los derechos humanos: un Estado descentralizado y regional.
Defendíamos
un nuevo sentido de la democracia que complementara la democracia
representativa, por una democracia participativa que promoviera y permitiera el
mayor poder de decisión posible de los ciudadanos.
Reivindicábamos,
sobre todo, una Constitución de protección de los derechos fundamentales de las
personas, lo que por lejos es la mayor demanda en el tiempo presente de nuestra
sociedad.
Exigíamos
dejar atrás el tiempo del neoliberalismo, que nos despojó de derechos y
conquistas sociales acumuladas en años de lucha por el movimiento obrero y
popular, por las capas medias y los movimientos sociales; Impulsábamos una salud,
educación, y servicios básicos y una jubilación orientadas a mejor las
necesidades de la población, para dejar atrás los negocios de las necesidades
básicas.
En
consecuencia, buscábamos una constitución que pusiera fin a este modelo
económico que precariza la vida, en una práctica de abuso constante y diera
paso a uno que hiciera posible la sustentabilidad de la vida de las personas y
la naturaleza.
Nada se consiguió. El neoliberalismo sigue reinando
descaradamente. La oligarquía nada aprendió del “Estallido Social”, por el
contrario, arremetieron con más fuerza y descaro en contra de la población,
para recuperar todo lo que creían habían perdido producto de la “violencia
popular callejera”.
En el ciclo que viene, Chile
vivirá la batalla de ideas más importantes de las últimas décadas, por el lado
de la oligarquía nacional pretenderá aprobar un texto constitucional que
marcará una profundización y consolidación de las instituciones neoliberales, tendrán
“una oportunidad de oro” para sacarse la “piedra del zapato” de la permanente critica
al plebiscito de 1980, que dio aprobada la constitución de Jaime Guzmán
Errazuriz, por haberse desarrollado en dictadura tuvo como objetivo revitalizar
la cultura de seguridad nacional que asegure sus privilegios mal habidos y
conseguidos a través de una dictadura sanguinaria. Ahora, en diciembre de este año la derecha y
las élites de este país buscarán de nuevo apropiarse del futuro y mantener sus
privilegios, tratarán de convencernos que lo vivido hasta ahora es lo mejor que
nos puede pasar como sociedad.
La nueva propuesta
constitucional, diseñado por Javier Macaya, de la UDI, de Chile vamos, y
enmendada por los consejeros del Partido Republicano, de Kast, no perfilará un
nuevo Chile, no construirá una nueva democracia. No avivará el encuentro entre
chilenos y chilenas. No podremos reconocernos en lo que somos: hombres,
mujeres, diversidades, pueblos originarios, el país y sus regiones, todas y
todos legitimados como parte de la sociedad en sus derechos fundamentales.
En una actitud opuesta. Las
mayorías nacionales estarán en contra de mantener instituciones corrompidas que
solo aseguran el abuso y el saqueo de nuestros recursos naturales. Nosotros
insistiremos en construir un modo de convivir y de pensar, un tipo de
desarrollo que garantice bienestar a todos los que habitamos estas fronteras.
Se abre un tiempo de
resistencia para el pueblo de Chile, en que los males sociales no serán
superados en términos inmediatos, se abre la lucha contra la corrupción de una
institucionalidad que actúan en el secretismo y la impunidad; en que el
abandono de los pobres y excluidos, de los niños y ancianos, se considera
natural; de responsables políticos que se escudan en sus prerrogativas para
legislar a espaldas de la gente y sobreviven con un poquito de democracia.
La salida de millones a las
calles fue por un futuro mejor, distinto al presente, por tanto, votar “EN
CONTRA” es la decisión de no volver atrás. La propuesta constitucional que se
pretende imponer no será el cierre de un pasado repudiado, sino todo lo contrario
su continuidad. El texto constitucional que votaremos “EN CONTRA”, busca
consolidar la sociedad de Javier Macaya, de la UDI, José Antonio Kast, de
Republicano, será la base de un pacto social de la oligarquía chilena, para reprimir los intereses de las
organizaciones sindicales y sociales; la
de los colectivos y los territorios para
impedir nuevas estructuras comunales y
regionales; atacar a los partidos populares y progresistas; para frenar el progreso,
basados en la justicia social y en la plena voluntad de ciudadanos y ciudadanas
expresadas democráticamente, para doblegar la soberanía nacional y generar el
saqueo a destajo de nuestro recursos naturales.
Nada de eso será la nueva
propuesta de Constitución Política, es por ello que anunciamos y hacemos un
llamado al pueblo de Chile a que iniciemos el camino a una Asamblea
Constituyente que surja del debate popular y la más amplia participación
ciudadana, y que este 17 de diciembre de 2023 votemos “EN CONTRA”.
El proceso constitucional fue
producto de un fuerte y mayoritario movimiento de protesta social, su plena
implementación sigue dependiendo de la organización, movilización y
participación de las mayorías nacionales. El poder debe volver a su legítimo
soberano, el pueblo de Chile, y a ese caminar están todos y todas
invitadas. Iniciamos nuevamente el
camino.
Chile,
19 de agosto de 2023