martes, 15 de octubre de 2024

La Insurrección al desnudo

El Pueblo Siempre lo Supo: Del Estallido Social de 2019 al Estallido Delictual de la Élite en 2024


Por Alfonso Osandon

Desde el estallido social en octubre de 2019, el pueblo chileno ya tenía clara una realidad que las élites intentaron ocultar durante décadas: la desigualdad estructural, la corrupción y el abuso de poder no eran anomalías del sistema, sino su piedra angular. Las masivas protestas que llenaron las calles fueron la manifestación de un malestar profundo y acumulado, un grito desesperado por justicia y dignidad. Mientras los medios de comunicación y la clase política presentaban al pueblo como "vándalos" o "desestabilizadores", el pueblo siempre supo la verdad: el verdadero problema no eran las demandas sociales, sino una élite que vivía en completa impunidad.


Cinco años después, en 2024, esa verdad se revela de manera aún más cruda con el estallido delictual de la corrupción, en el que la podredumbre de las élites queda al desnudo. La justicia y las instituciones, que se vendían como baluartes de la democracia, se ven expuestas como parte de un sistema diseñado para proteger a los poderosos. Los fiscales comprados por narcotraficantes por sumas millonarias y los jueces que miran para otro lado no son excepciones, sino reflejo de un poder judicial capturado por los intereses del dinero y la política. Los casos de cohecho, lavado de dinero y pagos de favores, ahora imposibles de ocultar, confirman lo que el pueblo siempre supo: en Chile, la justicia no era ciega, solo estaba vendida.


Lo que en 2019 fue un grito contra la desigualdad económica y social, en 2024 se transforma en una denuncia aún más grave: la corrupción de las élites es tan profunda que ha infectado las raíces mismas del Estado. El pueblo, desde siempre, intuyó que los poderosos nunca pagarían por sus crímenes. Los nombres que antes eran símbolos de prestigio y poder ahora son sinónimos de corrupción: empresarios, políticos, fiscales y jueces están todos involucrados en redes de favores que se retroalimentan, mientras el país sigue sufriendo las consecuencias.


Este estallido delictual es la confirmación de un sistema que se desmorona, no por los "vándalos" de las protestas, sino por la misma élite que lo sostuvo a base de mentiras y corrupción. El pueblo lo supo desde el principio, pero ahora es imposible negarlo: la crisis de 2024 no es un accidente, es el resultado de décadas de saqueo, impunidad y abuso de poder. La pregunta ya no es quién pagará por estos crímenes, sino si el sistema tiene la capacidad de regenerarse o si, como el pueblo siempre lo sospechó, está condenado a colapsar bajo el peso de su propia corrupción.


Chile no se enfrenta solo a la crisis política o económica más grave de su historia reciente. Se enfrenta al derrumbe de la confianza en sus instituciones más básicas, y lo más aterrador es que quienes deberían proteger al pueblo son los mismos que han estado saqueándolo. El pueblo siempre lo supo, y ahora la verdad es imposible de ocultar. Lo que queda por ver es si el país será capaz de reinventarse o si el estallido delictual de la élite terminará arrastrando a Chile hacia un futuro aún más oscuro.


Alfonso Ossandón A.

martes, 1 de octubre de 2024

A retomar la Lucha

 Izquierda Ecologista Popular avanza y tiene grandes desafíos



Octubre, 2024


por Daniel del Bosque Suárez


Chile está viviendo una crisis institucional profunda, donde no hay poder del Estado que no esté involucrado. El último de los síntomas es el desatado por la corrupción en el poder judicial, con los audios de Hermosilla. Pero desde allí se puede visualizar la putrefacción que remece al conjunto del bloque político que gobierna el país en la etapa post-dictatorial, desde la derecha hasta el oficialismo.

En este contexto, el pacto formado por los partidos Humanista, Igualdad y Popular, junto a un número importante de organizaciones populares y políticas de la izquierda chilena, que se ha llamado “Izquierda Ecologista Popular”, lista B en las próximas elecciones regionales y municipales de octubre 2024, se levanta como una alternativa política para disputar el poder y tiene grandes desafíos.


Hasta ahora, el pacto ha logrado levantar 6 candidaturas a gobernaciones regionales y 25 candidaturas en alcaldías, en total más de 400 candidaturas si se suman consejeros regionales y concejales municipales.


En base a las principales demandas sociales y críticas al sistema político institucional, el pacto logró sistematizar un conjunto de lineamientos y directrices programáticas, que prefiguran un proyecto político que se proyecta hacia 2025 como alternativa hacia las elecciones parlamentarias y presidencial, frente a una coalición de gobierno que abandonó su programa de transformaciones y que, muy tempranamente, ha sido una desilusión para los sectores que intentó representar. Un verdadero fiasco.


La derecha, que hoy es más dispersa en cuanto a representación política, ha enfrentado estas elecciones bastante dividida. En la ultraderecha, el partido Republicano disputará sus votos con el Partido Social Cristiano y los ultraliberales (un remedo del anarcocapitalista Milei). Por otra parte, la derecha tradicional de la UDI y Renovación Nacional, dos fuerzas decadentes, protagonistas de los mayores escándalos de corrupción de los últimos años, que además cargan el legado de Piñera, el gran estafador financiero de la derecha. Finalmente, una novísima derecha, conformada por los liberales de Evópoli, más los Amarillos y el Partido Demócrata, ambos, remanentes de la otrora Democracia Cristiana en fase de extinción. Un sinceramiento tardío de lo que siempre fueron: derechistas culposos de haber impulsado el golpe cívico-militar que inauguró la dictadura de Pinochet.


El PDG es caso aparte, un pseudo partido para llenar al ansias de poder y dinero del ególatra Parisi, se encuentra en la UTI y solo seguirá cayendo para hacerse intrascendente.


En el oficialismo la cosa no es menos crítica. Los invitados de última hora, el llamado “Socialismo Democrático”, donde el único partido relevante es el Socialista, que lo único de “socialista” es su nombre, se encuentran hoy ocupando los principales cargos del gobierno. Se dedican a conducir la política fiscal por los límites del modelo neoliberal y a dar continuidad a la política represiva hacia los sectores populares y con especial encono hacia las organizaciones de resistencia mapuche. Una verdadera vergüenza si lo comparamos con el rol del PS en el gobierno de la Unidad Popular, especialmente al tener presente la figura del compañero presidente Salvador Allende, figura a la cual traicionan en cada uno de sus actos.


Capítulo aparte es el Frente Amplio, hoy constituido en partido, y el desastre que vive el Partido Comunista, donde los sectores liberales, anticomunistas, identitarios, libran una disputa de poder encubierta de “lucha de generaciones” para intentar conducir al otrora partido de la clase obrera, hacia posiciones socialdemócratas y redefinirse como el partido feminista de Chile. Este sector (FA y sectores liberales del PC), y especialmente el presidente Boric, son hoy día el principal obstáculo para los sectores populares y para detener el avance de la ultraderecha. Para que decir el triste papel que juega Boric al lado del fascista Zelensky, aliado de la OTAN y de los intereses económicos transnacionales.


El desafío de la verdadera izquierda, que hoy se conforma en el pacto “Izquierda Ecologista Popular”, es enorme. No solo necesita mostrarse y conseguir triunfos electorales, sino que debe hacer una buena gestión donde llegue a conseguir los votos y, especialmente, proyectarse como una fuerza política real, sólida, unitaria, amplia, diversa, representativa de los sectores oprimidos, populares, del feminismo de clase, del ambientalismo humanista y en general, de aquellos que entienden la lucha social con centralidad en la lucha de clases, que sigue siendo el principal vector de la política, contra el identitarismo oportunista y vacío de contenido realmente transformador.


Octubre es un mes de lucha que hace confluir idearios que son referentes para la izquierda chilena y latinoamericana. Nuestro pueblo mapuche, el Ché, Miguel Enríquez, Tamara y José Miguel son parte del legado que la verdadera izquierda no reniega. Con esa fuerza en la conciencia, con su ejemplo, las nuevas generaciones de transformadores sociales por la igualdad y la justicia social deben reafirmar el compromiso con Chile y su pueblo. 

Todas las luchas son necesarias.