El Pueblo Siempre lo Supo: Del Estallido Social de 2019 al Estallido Delictual de la Élite en 2024
Por Alfonso Osandon
Desde el estallido social en octubre de 2019, el pueblo chileno ya tenía clara una realidad que las élites intentaron ocultar durante décadas: la desigualdad estructural, la corrupción y el abuso de poder no eran anomalías del sistema, sino su piedra angular. Las masivas protestas que llenaron las calles fueron la manifestación de un malestar profundo y acumulado, un grito desesperado por justicia y dignidad. Mientras los medios de comunicación y la clase política presentaban al pueblo como "vándalos" o "desestabilizadores", el pueblo siempre supo la verdad: el verdadero problema no eran las demandas sociales, sino una élite que vivía en completa impunidad.
Cinco años después, en 2024, esa verdad se revela de manera aún más cruda con el estallido delictual de la corrupción, en el que la podredumbre de las élites queda al desnudo. La justicia y las instituciones, que se vendían como baluartes de la democracia, se ven expuestas como parte de un sistema diseñado para proteger a los poderosos. Los fiscales comprados por narcotraficantes por sumas millonarias y los jueces que miran para otro lado no son excepciones, sino reflejo de un poder judicial capturado por los intereses del dinero y la política. Los casos de cohecho, lavado de dinero y pagos de favores, ahora imposibles de ocultar, confirman lo que el pueblo siempre supo: en Chile, la justicia no era ciega, solo estaba vendida.
Lo que en 2019 fue un grito contra la desigualdad económica y social, en 2024 se transforma en una denuncia aún más grave: la corrupción de las élites es tan profunda que ha infectado las raíces mismas del Estado. El pueblo, desde siempre, intuyó que los poderosos nunca pagarían por sus crímenes. Los nombres que antes eran símbolos de prestigio y poder ahora son sinónimos de corrupción: empresarios, políticos, fiscales y jueces están todos involucrados en redes de favores que se retroalimentan, mientras el país sigue sufriendo las consecuencias.
Este estallido delictual es la confirmación de un sistema que se desmorona, no por los "vándalos" de las protestas, sino por la misma élite que lo sostuvo a base de mentiras y corrupción. El pueblo lo supo desde el principio, pero ahora es imposible negarlo: la crisis de 2024 no es un accidente, es el resultado de décadas de saqueo, impunidad y abuso de poder. La pregunta ya no es quién pagará por estos crímenes, sino si el sistema tiene la capacidad de regenerarse o si, como el pueblo siempre lo sospechó, está condenado a colapsar bajo el peso de su propia corrupción.
Chile no se enfrenta solo a la crisis política o económica más grave de su historia reciente. Se enfrenta al derrumbe de la confianza en sus instituciones más básicas, y lo más aterrador es que quienes deberían proteger al pueblo son los mismos que han estado saqueándolo. El pueblo siempre lo supo, y ahora la verdad es imposible de ocultar. Lo que queda por ver es si el país será capaz de reinventarse o si el estallido delictual de la élite terminará arrastrando a Chile hacia un futuro aún más oscuro.
Alfonso Ossandón A.