por Ricardo Candia Cares
jueves, octubre 23, 2008 a las 6:01pm
jueves, octubre 23, 2008 a las 6:01pm
Cuando este domingo sean las seis de la tarde y las sumas y restas de los partidos políticamente existentes lleguen a la conclusión de que todos han ganado, en los sets televisivos, y más allá, rondará un fantasma que de tanto corretearlo con humo de incienso y ajos blancos, parece que se está quedando quien sabe hasta cuando. El fantasma del voto nulo.
Esta semana ha sido pródiga en paneles de TV con candidatos que se tratan con guante blanco y cuyas opiniones y propuestas son variantes miserables unas de otras. Nadie aprovecha el tiempo de televisión para decir unas cuantas verdades que tanta falta hace decir y escuchar.
Sin embargo, de los que se sientan a conversar relajadamente, ninguno habla por el importante número de votantes que anula. Quién representa a ese alto porcentaje de ciudadanos que ya no cree en las elecciones? Hay una sola opinión respecto de por qué y cómo hay que anular?
Estas elecciones, de naturaleza antidemocrática, pueden llegar a ser un ejercicio para saber qué piensan aquellos que harán del votar un democrático momento para expresar sus pasiones escondidas.
Para el efecto, debiera haber un registro especial que lleve una estadística minuciosa de aquello que pone en la papeleta el ciudadano que va hasta las urnas sólo porque el sistemita le cobra una multa si no. Nos llevaríamos una sorpresa. Hay varias formas, como se sabe de anular el voto. Una de ellas, la más inofensiva y absurda, es marcando dos preferencias. Hay otras con más sentido de la estética, y por lo tanto político, que tiene que ver con dibujos fálicos de distintas formas y estilos. Habrá, también, quien quiera poner una consigna de profundidad ideológica destacable como “váyanse a la chucha” o “que se elijan entre ellos”. En el primer caso, de indudable valor por cierto, existe la posibilidad de que los esforzados vocales de mesa se sienta aludidos: finalmente son ellos quienes leen los votos. El otro caso es definitivamente extemporáneo: hace veinte años que lo vienen haciendo.
Del mismo modo, “pico pal que lee”, de innegable sentido histórico, supone una afrenta para quienes pudieran estar en la mesa.
Ha desparecido de los muros y panfletos el otrora grito de guerra de los partidarios de inutilizar el voto: anula con la tula. No hay estadísticas, pero parece que fue muerte natural.
No se puede hacer referencia al voto nulo, sin hablar de su primo hermano, el voto en blanco. Este tiene un mensaje distinto para los dueños del sistemita, para los partidos políticamente existentes, y para los candidatos. No sabe qué se quiere decir, para dónde va, de dónde viene. No se decidió y le dio pánico la soledad de la caseta? Se le acabó la punta al lápiz? Se le olvidó por quién tenía que votar? Consideró que los candidatos son tan iguales que mejor no votar por ninguno?
El hombre y la mujer votante en blanco, no se quema. Es como la nada y la cosa ninguna. Le da no se qué dibujar un pene o redactar una consigna. Sospecha de todos o, cosa peor, les cree a todos. Es el típico sujeto que dice estar bien con todos y mal con nadie. El que no opina en la asamblea de la pega, pero recibe calladito los beneficios de la huelga. Es el que dice con serena profundidad: salga quien salga, igual tengo que trabajar, reforzando su vehemencia con un encogimiento de hombres, un infinitesimal movimiento horizontal de la cabeza y un imperceptible estiramiento del labio inferior. Podría agregar, con la misma serena convicción: los políticos son todos iguales.
Lo extraño de estos casos, es que nadie de quienes oyen estas razones inexpugnables, le quedan ganas de decir algo, produciéndose a continuación un silencio que es interpretado por quienes las emiten, como una tácita afirmación de lo dicho.
Los partidos políticamente existentes sacarán sus cuentas alegres, se harán fiestas y descorcharán champaña y tirarán líneas para el próximo año. Mientras tanto, el fantasma del voto nulo recorrerá las calles de las ciudades y poblaciones, a la espera de convertirse en algo más que un pico en un papel.
23/10/2008
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