Los encapuchados del domingo
de Ricardo Candia Cares, el El Lunes, 29 de octubre de 2012 a la(s) 13:39 ·
Como se preveÃa, después de la elección no hubo perdedores, salvo los que no saben explicar las derrotas. Y casi todo el sistema polÃtico se refiere a la abstención como algo sin importancia. Y sin embargo la tiene. Es ni más ni menos que una forma civil de vandalismo, cuyos encapuchados no se saben quienes son ni por qué se comportan de una manera tan poco democrática.
Que el 61% de los chilenos no haya votado no puede explicarse como que esa cantidad rechaza de plano el sistema. Como tampoco es posible inferir que el 39% que sà lo hizo, lo respalde.
Del mismo modo, si cada votante tiene una razón para optar por un candidato, quienes no lo hicieron, también tendrán razones disÃmiles.
Reiteradas veces adelantamos que la medida de dejar en libertad de acción a la gente en las elecciones era una especie de suicidio, una torpeza que les pasarÃa la cuenta, una sobrevaloración de sus escasos méritos, un uso excesivo de los espejos como formas de autocrÃtica. Es el equivalente a dejar la calle sin pacos el dÃa de la protesta.
Pero a no desesperar. La ley va a ser cambiada en breve.
Lo sucedido ayer, es la evidencia que al sistema no se le quiere, no se le considera cercano, o amistoso con la gente. Y ésta, aprovecha la primera oportunidad para evadirse de él por la ventana abierta. Una conducta común en millones de personas pero con razones diferentes, según se ubiquen en la cadena trófica de nuestra sociedad.
Pero en esta elección no sólo se contaron pocos votos. También se midió, y es quizás una de los resultados más trascendentes, metodologÃas de la polÃtica que demostraron sus alcances y limitaciones.
Quien hace un año hubiera dicho que un poderoso alcalde, prepotente, grosero y de dudoso pasado de torturador, serÃa derrotado por una mujer de voz dulce, dirigente vecinal, una dueña de casa, habrÃa sido calificado de delirante.
Resultaba más fácil predecir el triunfo arrollador de un dirigente estudiantil que estuvo en la primera lÃnea de la batalla, y que iba apoyado por todo el espectro polÃtico que va desde la roja bandera del PC, al irisado pabellón concertacionista.
Y para asegurar el éxito, Ballesteros fue visitado por figuras que no se creÃa posible hacer coincidir en el mismo espacio: el ex presidente Lagos y Camila Vallejo, por decir algo.
Quedó claro que no es lo mismo generar una candidatura a partir de acuerdos misteriosos, que una nacida desde la gente, con una amplia participación, primaria mediante, y apoyada por centenares de estudiantes, apoderados, gente común y corriente. Y sin ningún famoso apoyando a Josefa.
Entonces, la gente que votó en Providencia y Estación Central, lo hizo por razones distintas. Y quienes se abstuvieron en una y otra comuna, lo hicieron también por razones distintas.
EloÃsa, llamó a no votar. Como era de esperar, alguna gente limitada se le lanzó a la garganta acusándola de irresponsable, de debilitar la democracia, de hacerle el juego al enemigo. Pero creer que la ausencia de un 61% de personas en las urnas es producto del llamado de EloÃsa es tan torpe como creer que el 39% restante votó por profundas convicciones ideológicas. Ella leyó bien la realidad y apuesta a tomar en cuenta el fenómeno para explorar alternativas.
Lo que queda después de sumar y restar, es la convicción que el sistema deberá tomar medidas para evitar que estos niveles de abstención se proyecten a las elecciones parlamentarias y presidenciales, quizás aumentadas. Resulta muy peligroso que a los encapuchados misteriosos que pusieron el desorden en el sistema el domingo pasado, se les agreguen otros desordenados por la vÃa del mal ejemplo.
Lo que tenemos es una crisis de representación de incalculables consecuencias, que el movimiento social, especialmente los estudiantes, no pueden obviar. Que haya triunfado Tohá en Santiago no se explica por el mérito de esa candidata como por la conducta agresiva, descalificadora y represiva que el alcalde saliente tuvo contra los estudiantes de la Enseñanza Media de esta comuna que vienen jugando desde hace mucho un rol heroico.
Del mismo modo, el movimiento estudiantil jugó un papel determinante en la caÃda del halcón negro de Providencia, y en la derrota de Sabat en Ñuñoa.
Omnipresente telón de fondo, el campo abstencionista es un espacio en disputa. Del movimiento social depende en gran medida leer correctamente el nuevo escenario. Al sistema le va a convenir, cómo no, que no pase nada. Que lo legal subsuma lo legÃtimo y que nadie se proponga trabajar sobre el evidente desapego de la mayorÃa por una manera de hacer paÃs: como quiera que sea, el no votar es una demostración de un desinterés generalizado por la polÃtica. Es una forma de vandalismo cÃvico en el que no se quiebran ventanales, pero sà confianzas y certezas.
Los abstencionistas usan la capucha del anonimato por lo que es difÃcil identificarlos; ya los quisiera la policÃa y los Ministros tenerlos bien controlados, fotografiados y apaleados.
Los que no votaron le han hecho al sistema un daño inmensurable.
Los vidrios, se reponen, los semáforos se vuelven a levantar, las basuras se barren por las mañanas. Pero esta horda de más de ocho millones de encapuchados, de los que nadie puede señalar filiación o simpatÃa, ha puesto una barricada que no se sabe a qué obedece, pero lo cierto es que ha contribuido a acorralar a un sistema que se descascara irremediablemente.
Ricardo Candia Cares
de Ricardo Candia Cares, el El Lunes, 29 de octubre de 2012 a la(s) 13:39 ·
Como se preveÃa, después de la elección no hubo perdedores, salvo los que no saben explicar las derrotas. Y casi todo el sistema polÃtico se refiere a la abstención como algo sin importancia. Y sin embargo la tiene. Es ni más ni menos que una forma civil de vandalismo, cuyos encapuchados no se saben quienes son ni por qué se comportan de una manera tan poco democrática.
Que el 61% de los chilenos no haya votado no puede explicarse como que esa cantidad rechaza de plano el sistema. Como tampoco es posible inferir que el 39% que sà lo hizo, lo respalde.
Del mismo modo, si cada votante tiene una razón para optar por un candidato, quienes no lo hicieron, también tendrán razones disÃmiles.
Reiteradas veces adelantamos que la medida de dejar en libertad de acción a la gente en las elecciones era una especie de suicidio, una torpeza que les pasarÃa la cuenta, una sobrevaloración de sus escasos méritos, un uso excesivo de los espejos como formas de autocrÃtica. Es el equivalente a dejar la calle sin pacos el dÃa de la protesta.
Pero a no desesperar. La ley va a ser cambiada en breve.
Lo sucedido ayer, es la evidencia que al sistema no se le quiere, no se le considera cercano, o amistoso con la gente. Y ésta, aprovecha la primera oportunidad para evadirse de él por la ventana abierta. Una conducta común en millones de personas pero con razones diferentes, según se ubiquen en la cadena trófica de nuestra sociedad.
Pero en esta elección no sólo se contaron pocos votos. También se midió, y es quizás una de los resultados más trascendentes, metodologÃas de la polÃtica que demostraron sus alcances y limitaciones.
Quien hace un año hubiera dicho que un poderoso alcalde, prepotente, grosero y de dudoso pasado de torturador, serÃa derrotado por una mujer de voz dulce, dirigente vecinal, una dueña de casa, habrÃa sido calificado de delirante.
Resultaba más fácil predecir el triunfo arrollador de un dirigente estudiantil que estuvo en la primera lÃnea de la batalla, y que iba apoyado por todo el espectro polÃtico que va desde la roja bandera del PC, al irisado pabellón concertacionista.
Y para asegurar el éxito, Ballesteros fue visitado por figuras que no se creÃa posible hacer coincidir en el mismo espacio: el ex presidente Lagos y Camila Vallejo, por decir algo.
Quedó claro que no es lo mismo generar una candidatura a partir de acuerdos misteriosos, que una nacida desde la gente, con una amplia participación, primaria mediante, y apoyada por centenares de estudiantes, apoderados, gente común y corriente. Y sin ningún famoso apoyando a Josefa.
Entonces, la gente que votó en Providencia y Estación Central, lo hizo por razones distintas. Y quienes se abstuvieron en una y otra comuna, lo hicieron también por razones distintas.
EloÃsa, llamó a no votar. Como era de esperar, alguna gente limitada se le lanzó a la garganta acusándola de irresponsable, de debilitar la democracia, de hacerle el juego al enemigo. Pero creer que la ausencia de un 61% de personas en las urnas es producto del llamado de EloÃsa es tan torpe como creer que el 39% restante votó por profundas convicciones ideológicas. Ella leyó bien la realidad y apuesta a tomar en cuenta el fenómeno para explorar alternativas.
Lo que queda después de sumar y restar, es la convicción que el sistema deberá tomar medidas para evitar que estos niveles de abstención se proyecten a las elecciones parlamentarias y presidenciales, quizás aumentadas. Resulta muy peligroso que a los encapuchados misteriosos que pusieron el desorden en el sistema el domingo pasado, se les agreguen otros desordenados por la vÃa del mal ejemplo.
Lo que tenemos es una crisis de representación de incalculables consecuencias, que el movimiento social, especialmente los estudiantes, no pueden obviar. Que haya triunfado Tohá en Santiago no se explica por el mérito de esa candidata como por la conducta agresiva, descalificadora y represiva que el alcalde saliente tuvo contra los estudiantes de la Enseñanza Media de esta comuna que vienen jugando desde hace mucho un rol heroico.
Del mismo modo, el movimiento estudiantil jugó un papel determinante en la caÃda del halcón negro de Providencia, y en la derrota de Sabat en Ñuñoa.
Omnipresente telón de fondo, el campo abstencionista es un espacio en disputa. Del movimiento social depende en gran medida leer correctamente el nuevo escenario. Al sistema le va a convenir, cómo no, que no pase nada. Que lo legal subsuma lo legÃtimo y que nadie se proponga trabajar sobre el evidente desapego de la mayorÃa por una manera de hacer paÃs: como quiera que sea, el no votar es una demostración de un desinterés generalizado por la polÃtica. Es una forma de vandalismo cÃvico en el que no se quiebran ventanales, pero sà confianzas y certezas.
Los abstencionistas usan la capucha del anonimato por lo que es difÃcil identificarlos; ya los quisiera la policÃa y los Ministros tenerlos bien controlados, fotografiados y apaleados.
Los que no votaron le han hecho al sistema un daño inmensurable.
Los vidrios, se reponen, los semáforos se vuelven a levantar, las basuras se barren por las mañanas. Pero esta horda de más de ocho millones de encapuchados, de los que nadie puede señalar filiación o simpatÃa, ha puesto una barricada que no se sabe a qué obedece, pero lo cierto es que ha contribuido a acorralar a un sistema que se descascara irremediablemente.
Ricardo Candia Cares
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