Ganan todos y pierden los de siempre.
por Ricardo Candia Cares
Aún se escucha el tintinear de las copas de champán de la victoria, alborozados, respirando hondo, suponiendo la poltrona y el buen pasar del estipendio. Todos ganaron. Aunque, si se pone atención, lo más elocuente es el silencio de los únicos perdedores: los de siempre, el gilerío.
El sistema ha dado una muestra soberbia de autorregulación y de autodefensa. Para evitar las molestias de las deformaciones que originan los repetidos ejercicios de incesto, la Concertación reforzó sus genes con otros, exógenos, extraños, que vienen a modificar las cosas y a reforzar los aleteos de lo que ya era un muerto caminando.
En este caso, la irrupción de la genética comunista, ajena hasta ahora a la configuración concertacionista, le va a dar un brío nuevo: refundar una Concertación de Nuevo Tipo en la que debieran jugar un rol singular. El pase gol que significó tres diputados, no va a ser gratis.
Hoy, hacen su entrada una nueva horneada de excluidos que representaban un diez por ciento. Y queda excluido un sector que sacó el veinte. Los esfuerzos por extinguir la exclusión política, lo único que hizo fue aumentarla. Aunque de todas maneras habrá que pagar ese favor inapreciable.
El fantasma de una propuesta genuinamente de izquierda cruzó los locales de votación y se diluyó en el sol de las seis de la tarde cuando los resultados ya asombraban todos. No hubo en esta pasada, como no la habido en ninguna de las veintiséis votaciones de las que tanto se enorgullece la presidenta, una propuesta democrática de la izquierda pulverizada.
El grito que desgarra es el que viene de las diez comunas más pobres de Chile en las cuales ganó, mirando para atrás, la derecha: Piñera sobre el 50% versus el 3% de Arrate. Gran parte de la gente modesta ha sido atrapada en el verbo fantoche y reiterativo de la derecha. La gallá ha estado expuesta a ese discurso ante la falta de un proyecto que seduzca a quienes el sistema, durante la friolera de 37 años, le ha escamoteado sus derechos.
Esa ausencia histórica y despliegue fabulosos del dinero para financiar el retumbe embrutecedor de las propaganda, explican que un millonario apoyado por la derecha que alentó, sostuvo y apoyó a la dictadura, agregue a todo lo que tiene el poder político.
El inimaginable peso del sistema ha venido reduciendo a la gente a sujetos que se rinden a la reiteración increíble de fotografías, hasta horadar sus cerebros y, finalmente, votar por aquel que su subconsciente más veces vio desde el eterno paradero del Transantiago o desde arriba de un bus aturdido por el hacinamiento.
Los perdedores de siempre no tienen un proyecto que en verdad los represente. La izquierda, pulverizada hasta lo increíble, ha dado otro paso hacia la nada. La integración de tres diputados comunistas en el parlamento, cierra el debate acerca de lo pernicioso del sistema binominal.
No muy lejos, la exclusión, la verdadera, la que azota todos los días a las personas incapacitadas para buscar acuerdos que les resuelvan sus problemas, seguirá su paso seguro. Y seguirán los estudiantes más pobres, excluidos de una educación como la que merecen. La gente, seguirá excluida de la atención médica digna de personas humanas. Los trabajadores, seguirán excluidos de las riquezas que genera su trabajo y seguirían recibiendo sueldos indignos, tratos degradantes y pensiones de vergüenza. Y los pobladores excluidos de viviendas a escala humana y entornos sufriendo el flagelo asquerosos de la degradación ambiental y humana.
Por estos días habrá nuevamente la escandalera de ofertas y declaraciones de buenas intenciones y de que ahora sí las demandas serán escuchadas a condición de asegurar el voto que sepulte a Piñera. Y como todos sabemos, esas ofertas desaparecen no bien se cuenten los votos.
Si todos ganaron, fue a condición de que perdieran los de siempre.
por Ricardo Candia Cares
Aún se escucha el tintinear de las copas de champán de la victoria, alborozados, respirando hondo, suponiendo la poltrona y el buen pasar del estipendio. Todos ganaron. Aunque, si se pone atención, lo más elocuente es el silencio de los únicos perdedores: los de siempre, el gilerío.
El sistema ha dado una muestra soberbia de autorregulación y de autodefensa. Para evitar las molestias de las deformaciones que originan los repetidos ejercicios de incesto, la Concertación reforzó sus genes con otros, exógenos, extraños, que vienen a modificar las cosas y a reforzar los aleteos de lo que ya era un muerto caminando.
En este caso, la irrupción de la genética comunista, ajena hasta ahora a la configuración concertacionista, le va a dar un brío nuevo: refundar una Concertación de Nuevo Tipo en la que debieran jugar un rol singular. El pase gol que significó tres diputados, no va a ser gratis.
Hoy, hacen su entrada una nueva horneada de excluidos que representaban un diez por ciento. Y queda excluido un sector que sacó el veinte. Los esfuerzos por extinguir la exclusión política, lo único que hizo fue aumentarla. Aunque de todas maneras habrá que pagar ese favor inapreciable.
El fantasma de una propuesta genuinamente de izquierda cruzó los locales de votación y se diluyó en el sol de las seis de la tarde cuando los resultados ya asombraban todos. No hubo en esta pasada, como no la habido en ninguna de las veintiséis votaciones de las que tanto se enorgullece la presidenta, una propuesta democrática de la izquierda pulverizada.
El grito que desgarra es el que viene de las diez comunas más pobres de Chile en las cuales ganó, mirando para atrás, la derecha: Piñera sobre el 50% versus el 3% de Arrate. Gran parte de la gente modesta ha sido atrapada en el verbo fantoche y reiterativo de la derecha. La gallá ha estado expuesta a ese discurso ante la falta de un proyecto que seduzca a quienes el sistema, durante la friolera de 37 años, le ha escamoteado sus derechos.
Esa ausencia histórica y despliegue fabulosos del dinero para financiar el retumbe embrutecedor de las propaganda, explican que un millonario apoyado por la derecha que alentó, sostuvo y apoyó a la dictadura, agregue a todo lo que tiene el poder político.
El inimaginable peso del sistema ha venido reduciendo a la gente a sujetos que se rinden a la reiteración increíble de fotografías, hasta horadar sus cerebros y, finalmente, votar por aquel que su subconsciente más veces vio desde el eterno paradero del Transantiago o desde arriba de un bus aturdido por el hacinamiento.
Los perdedores de siempre no tienen un proyecto que en verdad los represente. La izquierda, pulverizada hasta lo increíble, ha dado otro paso hacia la nada. La integración de tres diputados comunistas en el parlamento, cierra el debate acerca de lo pernicioso del sistema binominal.
No muy lejos, la exclusión, la verdadera, la que azota todos los días a las personas incapacitadas para buscar acuerdos que les resuelvan sus problemas, seguirá su paso seguro. Y seguirán los estudiantes más pobres, excluidos de una educación como la que merecen. La gente, seguirá excluida de la atención médica digna de personas humanas. Los trabajadores, seguirán excluidos de las riquezas que genera su trabajo y seguirían recibiendo sueldos indignos, tratos degradantes y pensiones de vergüenza. Y los pobladores excluidos de viviendas a escala humana y entornos sufriendo el flagelo asquerosos de la degradación ambiental y humana.
Por estos días habrá nuevamente la escandalera de ofertas y declaraciones de buenas intenciones y de que ahora sí las demandas serán escuchadas a condición de asegurar el voto que sepulte a Piñera. Y como todos sabemos, esas ofertas desaparecen no bien se cuenten los votos.
Si todos ganaron, fue a condición de que perdieran los de siempre.
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