domingo, 25 de septiembre de 2022

La Nación y el enemigo interno

 Fuga de información: inteligencia militar en la mira

(aunque ni tanto)

Por

Ricardo Candia Cares



En política la buena fe y las ingenuidades se pagan caras y en cómodas cuotas. Le comienza a pasar al gobierno de Gabriel Boric que, al momento de asumir, las razones serán de su propio consumo, dejó incólume el sistema y estructura de la inteligencia nacional. 


Uno podrá tener otra opinión, pero, por lo menos, se le conoce por ese nombre.


Recordemos que este sistema está compuesto por la ANI, la Dirección de Inteligencia de defensa del estado Mayor de la Defensa Nacional, las direcciones de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y las Direcciones de Inteligencia de las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública. No es poca cosa.


Como es de suponer en el caso de agentes y agencias secretas, no se sabe cuánto dinero del erario nacional se usan en estos despropósitos. Lo que sí se sabe es que esos sistema de espionaje siguen estando profundamente empapadas del más arcaico y peligroso anticomunismo: si huele a pobre, comunista o maricón, es enemigo.


Resulta dudoso que esas agencias tengan como objetivo la defensa de la seguridad nacional de potenciales agentes extranjeros. Si se considera que por las fronteras pudo y puede pasar Pedro Juan y Diego sin que esos agentes secretos se enteren o, peor aún, que les dé lo mismo, ya podemos hacernos una idea.


Se mantiene intacta la orientación ideológica, casi religiosa, del enemigo interno que dio como resultados centenares de miles de muertos y desaparecidos en América Latina durante la vigencia de las dictaduras militares impuestas por Estados Unidos. 


Y es falso que esas agencias clandestinas respeten el ordenamiento democrático con el que hacen gárgaras.


Todas estas cosas que hemos escrito sobre la base de la mera observación y especulación periodística y por la porfiada técnica de ver lo que es y no lo que quiere parecer: tiene cola, dientes, ojos, melena y garras de león: es absurdo creer que estamos enfrente de un osito de peluche, sigue con plena vigencia.


Por lo demás, las agencias de inteligencia -las que se supone deben pasar lo más piola posible-, se encargan de tarde en tarde de ofrecer escándalos que sacan a la luz aquello que se supone secreto.  


Como lo de ahora.


Nos enterarnos de la fuga de centenares de miles de correos electrónicos en los que quedan claras varias irregularidades, cuando no delitos. Por lo menos, tan graves faltas al deber militar, que los involucrados deberían pasar una larga temporada en prisión. 


En USA, le ponen veinte años. En Rusia, un tiro de Makarov

Es de suponer el trabajo extra que se les habrá dado a las agencias de los países supuestamente dentro de la primera hipótesis de guerra: ya tendrán desplegada la estructura de las Fuerzas Armadas, sus unidades, compras, equipos, ubicaciones, jefes, medios, cahuines, etc.


¿En qué estado queda la cacareada seguridad nacional luego de este escándalo de grado mundial?


Que el general a cargo de ese desbarajuste renuncie antes de saberse la profundidad de esa verdadera catástrofe habla de lo mal preparado que están esos oficiales para enfrentar sus responsabilidades. 


Ahora comienza el tiovivo de quien es el responsable, quién debió alertar, quién debió tomar las medidas necesarias para evitar algo siquiera parecido y se tirarán la pelota de un lado al otro hasta llegar a la meta normal en esto casos: nadie fue.


El gobierno debió remover a los altos mandos de las fuerzas armadas y las policías para haber intentado por lo menos un proceso de saneamiento y desinfección.


Se prefirió dejar las cosas como estaban, sin siquiera remover al director de Carabineros que aparece por estos días como imputado en numeroso casos de un elevado número de violaciones graves a los derechos humanos, tal como se dice desde las Naciones Unidas. 

Gabriel Boric sabrá lo que hace. Tal como quien escribe estas líneas, el presidente cumple con lo que cree su obligación.


La irrupción de este caso de fuga de información ha dejado en un segundo plano las últimas resoluciones de la Ministra Rommy Rutheford respecto de exaltos mandos militares, los generales en retiro Guillermo Porcile, Alberto González, Sergio Ahumada, José Llanca y John Griffiths. Griffiths y Porcile tienen además otros procesos. 


¿Por qué? Por corrupción.


Y ya casi se olvidan los recovecos del Paco Gate, el Milico Gate y sus innumerables aristas que apuntan, todas y cada una, a los mecanismos de cómo altos mandos del Ejército y Carabineros se robaron cuanto pudieron desde las instituciones en las que juraron dar la vida si fuese necesario. 


¿Les suenan los casos Mirage, Leopard’, Bell 412, Fragatas? Bueno, tiene que ver con casos de corrupción de otras armas de la defensa nacional. ¿Recuerda la Operación Huracán?


En fin.


El gigantesco robo de información de la más sensible desde el seno mismo del Estado Mayor conjunto no obedece a que un tipo con antifaz llega con una memoria flash y hace una copia de una planilla Excel desde un computador.


Hay algo más bajo la espesa niebla que cubre el campamento. Si con la inteligencia no se juega, menos se debe jugar con la tontera.

El asunto es extremadamente grave y corresponde al gobierno llamar las cosas por sus nombres y tomar las decisiones ahora, si no las tomó con la inercia de la entrada. 


¿Nunca es tarde? 


No. En estos temas siempre es tarde.

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